Si un asteroide lo suficientemente grande como para afectar a la civilización moderna y llevarla de nuevo al siglo XVIII apareciera desde el espacio profundo y pasara zumbando por el sistema Tierra-Luna, este paso cercano abarcaría instantáneamente los titulares de los periódicos del mundo.
Hace dos años, la Tierra estuvo muy cerca de experimentar algo tan peligroso como eso, pero la mayoría de los periódicos no lo mencionó. El objeto de impacto fue una tormenta solar extrema, la más poderosa registrada en más de 150 años.“ Si nos hubiera golpeado, todavía estaríamos recogiendo los pedazos”, dice Daniel Baker, de la Universidad de Colorado.
Baker, junto con colegas de la NASA y de algunas universidades, publicó un estudio trascendental sobre la tormenta en la edición de diciembre de 2013 de la revista “Space Weather”. Su trabajo, denominado “El principal evento de erupción solar en julio de 2012”, describe cómo una poderosa eyección de masa coronal (EMC) desgarró la órbita de la Tierra el 23 de julio de 2012.
Por suerte, la Tierra no estaba allí. En cambio, la nube de la tormenta sacudió a la nave espacial Stereo-A.“He dejado nuestros estudios recientes más convencido que nunca de que la Tierra y sus habitantes fuimos increíblemente afortunados de que la erupción que tuvo lugar en el año 2012 haya ocurrido en ese preciso momento”, señala Baker. “Si la erupción se hubiera producido apenas una semana antes, la Tierra hubiera estado en la línea de fuego”.
Las tormentas solares extremas representan una amenaza para todas las formas de alta tecnología. Comienzan con una explosión (una “llamarada solar”) en el toldo magnético de una mancha solar. Los rayos X y la radiación UV extrema alcanzan la Tierra a la velocidad de la luz, ionizando así las capas superiores de nuestra atmósfera. Los efectos colaterales de este “PEM solar” incluyen apagones de radios y errores de navegación de los GPS (Sistema de Posicionamiento Global). Algunos minutos hasta algunas horas más tarde, llegan las partículas energéticas.
.Moviéndose apenas más lentamente que la luz misma, los electrones y los protones acelerados por la explosión pueden electrificar satélites y dañar sus sistemas electrónicos. Luego llegan las EMC, nubes de plasma magnetizado que pesan mil millones de toneladas, a las cuales les toma un día o más cruzar la frontera entre el Sol y la Tierra.
Los analistas creen que un ataque directo de una EMC extrema como la que pasó cerca de la Tierra en julio de 2012 podría causar apagones de energía en todo el mundo, inhabilitando así todo lo que se conecta a los enchufes de pared. La mayoría de las personas ni siquiera podrían hacer correr el agua de los sanitarios porque el suministro de agua urbano depende principalmente de bombas eléctricas.
Antes de julio de 2012, cuando los investigadores hablaban de tormentas solares extremas, su punto de referencia era el icónico Evento Carrington, el cual tuvo lugar en septiembre del año 1859 y que recibe su nombre por el astrónomo inglés Richard Carrington, quien verdaderamente vio la inspiradora llamarada con sus propios ojos.
Durante los días posteriores a su observación, una serie de poderosas EMC golpearon a la Tierra de manera directa con una potencia que no se había sentido antes, ni desde entonces. Intensas tormentas geomagnéticas dieron inicio a auroras boreales tan al sur como Cuba y produjeron chispas en las líneas telegráficas globales, lo que ocasionó incendios en las oficinas telegráficas y, en consecuencia, inhabilitó la “Internet victoriana”.
En la actualidad, una tormenta similar podría tener efectos catastróficos. Según un estudio llevado a cabo por la Academia Nacional de las Ciencias de Estados Unidos, el impacto económico total podría exceder los 2 billones de dólares, lo que equivale a 20 veces más que lo que costó el huracán Katrina. Podría llevar años reparar los transformadores de muchas toneladas dañados por una tormenta como esa. “En mi opinión, la tormenta que tuvo lugar en julio de 2012 fue en todo sentido al menos tan fuerte como el Evento Carrington de 1859”, dice Baker. “La única diferencia es que no nos azotó; pasó cerca”.
En febrero de 2014, el físico Pete Riley, de la compañía Predictive Science, publicó un artículo en la revista Space Weather, titulado “Sobre la probabilidad de que ocurran eventos extremos del clima espacial”, en el cual se analizó registros de tormentas solares que ocurrieron hace más de 50 años. Al extrapolar la frecuencia de las tormentas comunes a las extremas, Riley calculó las probabilidades de que una tormenta de clase Carrington golpee la Tierra en los próximos diez años. La respuesta es 12 por ciento.“Inicialmente, me sorprendió bastante que las probabilidades fueran tan altas, pero las estadísticas parecen ser correctas”, afirma Riley. “Es una cifra que da qué pensar”.
En su estudio, Riley observó cuidadosamente un parámetro llamado Dst, la abreviatura en inglés de tiempo alteración de tormenta. Este es un número que se calcula a partir de las lecturas de un magnetómetro ubicado alrededor del ecuador.Esencialmente, mide cuán fuerte se sacude el campo magnético de la Tierra cuando lo golpea una EMC. Cuanto más negativo se torna el Dst, peor es la tormenta.Las tormentas geomagnéticas comunes, que producen auroras boreales alrededor del Círculo Ártico, pero que sin embargo no ocasionan daño alguno, registran un Dst = -50 nT (nanoTesla).
La peor tormenta geomagnética de la Era Espacial, que dejó sin energía eléctrica a Québec en marzo de 1989, registró un Dst = -600 nT. Los cálculos modernos del Dst para el Evento Carrington varían su rango desde -800 nT a un impactante -1750 nT. En su artículo de diciembre de 2013, Baker y sus colaboradores calcularon el Dst para la tormenta que tuvo lugar en julio de 2012. “Si esa EMC hubiera golpeado a la Tierra, la tormenta geomagnética que hubiera provocado hubiera registrado un Dst de -1200, comparable con el Evento Carrington y dos veces más perjudicial que el apagón de marzo de 1989 que tuvo lugar en Québec”.
La razón por la cual los investigadores saben tanto sobre la tormenta que se produjo en julio de 2012 es porque, de todas las naves espaciales del sistema solar que ella podría haber golpeado, esta tormenta azotó un observatorio solar. Stereo-A está equipada casi idealmente para medir los parámetros de un evento como ese.
Fuente: Metro.PR
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