Tras el secuestro del supermercado kosher Hyper Cacher, que acabó con el asesinato de cuatro judíos franceses, Benjamín Netanyahu acudió a París a mostrar, junto a otros líderes mundiales, su rechazo al terrorismo.
El premier israelí acudió también a una de las principales sinagogas parisinas y recordó a los judíos franceses que Israel es su casa. Naftalí Bennett, ministro israelí de Comercio, que viajó con Netanyahu, hizo también un llamamiento público a los judíos de Francia y les aseguró que no están solos.
Las críticas tanto dentro como fuera de Israel a Netanyahu y Bennett por su actitud al alentar la emigración judía a Israel se han sucedido. Según Chemi Salev, columnista de Haaretz, si los judíos se van de Francia, los islamistas habrán ganado y se cumplirá el deseo nazi del Judenrein (un territorio libre de judíos). David Fahler, también de Haaretz, exige a Israel que deje de animar a los judíos franceses a emigrar, puesto que el Estado judío debe asimismo velar por que las comunidades judías en la Diáspora estén seguras.
Lo cierto es que Netanyahu y Bennett, simplemente, han cumplido con su cometido como altos funcionarios de Israel al recordar que éste es un refugio para judíos en peligro. Y los judíos franceses lo están.
Los judíos han tenido problemas en Francia prácticamente desde que se tiene constancia de su presencia en el territorio (39 d. C.). En palabras del historiador británico Andrew Hussey, “el antisemitismo es una parte fundamental de la historia y la cultura francesas, de una manera muy perjudicial”.
Perseguidos bajo los Capetos, diezmados en la Primera Cruzada, expulsados en 1182 y en 1394… el caso Dreyfus, a finales del siglo XIX, evidenció que el antisemitismo no había desaparecido tras la Revolución y el modernismo; al contrario, finalmente acabó derivando en los asesinatos y deportaciones de cuando la Ocupación nazi. Eduard Drumont, Jaques Doriot, Louis-Ferdinand Céline, el Gobierno de Vichy o el Velódromo de Invierno remiten al mismo horror: judíos franceses llevados a las cámaras de gas con la complicidad de sus compatriotas colaboracionistas.
En 1934, quien sería el gran escritor George Steiner miraba desde la ventana, junto a su padre, a una muchedumbre encolerizada que gritaba“¡Muerte a los judíos!”. Su padre le dijo: “No debes tener miedo nunca: lo que ves se llama historia”.
Las dificultades no impidieron a los judíos franceses dar lo mejor de sí: Rashi, Claude Levi-Strauss, Simone Veil, Emile Durkheim, George Charpak, Henri Bergson, Jaques Derrida o Claude Cohen dan fe de la importancia de la judería francesa en la historia y la cultura universales. Además, después de la Segunda Guerra Mundial, y tras el éxodo de los judíos de los países árabes, Francia ha albergado la comunidad judía más grande de toda Europa y la segunda más grande de la Diáspora después de la EEUU.
Pero con la entrada del siglo XXI la gran comunidad judía francesa está menguando constantemente debido a que las actitudes antisemitas, como en otros tiempos, han pasado de las palabras a los hechos. Y es que los ataques contra los judíos se han multiplicado por siete desde la década de 1990. La Agencia de la Unión Europea para los Derechos Fundamentales contabilizó entre 2001 y 2011 más de 6.000 incidentes de motivación antisemita en Francia.
Varios hechos muy significativos explican el peligroso fenómeno.
En 2002 Jean-Marie Le Pen, candidato del Frente Nacional, casi alcanza la Presidencia de la República. Le Pen, entre otras manifestaciones de intolerancia que le hicieron ganarse una legión de seguidores xenófobos en toda Europa, solía minimizar el Holocausto.
En 2006 Ilan Halimi, un joven comerciante de 23 años, fue secuestrado, torturado y asesinado por una banda criminal. Según declaró el líder de la misma, secuestraron a Halimi por su condición de judío: los judíos tienen todos mucho dinero y se ayudan entre ellos, pensaron. Henri Hajdenberg, antiguo líder del CRIF (Conseil Représentatif des Institutions Juives de France), declaró entonces:
El antisemitismo en Francia se alimenta de una nueva generación que también comulga con los viejos delirios antisemitas: que todos los judíos son ricos, poderosos, culpables de la pobreza y de los problemas que enfrentan las comunidades de inmigrantes.
El 19 de marzo de 2012 Mohamed Merah acribilló a tres niños y a un profesor de la escuela judía Ozar HaTorá de Toulouse, después de haber asesinado a tres soldados franceses en los días previos. Merah era uno más en la lista de lobos solitarios que han atacado ciudades occidentales en los últimos tiempos. El mismo año, los incidentes antisemitas en Francia crecieron un 58% respecto a 2011.
En 2013 el humorista Dieudonné hizo popular el gesto conocido como la quenelle, una especie de saludo nazi invertido; en 2008, el mismo año en que pidió a Jean-Marie Le Pen que apadrinara a su tercer hijo, invitó a su espectáculo de humor al negacionista Robert Faurisson, y en 2009 se presentó a las elecciones europeas liderando el Partido Antisionista.
Y el pasado viernes, un día después de que los hermanos Kouachi asesinaran a doce personas en la sede de Charlie Hebdo, Amedy Coulibaly, que decía pertenecer al Estado Islámico, decidió secuestrar un supermercado judío después de matar el día anterior a una oficial de policía en Mountrouge, todo en el marco de su lucha por los musulmanes y los palestinos. La enseñanza de Coulibaly era clara: el mero hecho de ser judío te convierte en su enemigo.
Una encuesta realizada por el Congreso Judío Europeo y la Universidad de Tel Aviv encontró que en 2013 Francia registró más incidentes antisemitas violentos que cualquier otro país del mundo. Los judíos, que representan menos del 1% de la población francesa, fueron objeto del 40% de todos los delitos racistas en Francia en el año 2013.
Ante este panorama, los judíos franceses se están marchando, principalmente a Israel. Entre 2000 y 2009, 13.315 emigraron a Israel. El año pasado fueron 6.128. En mayo de 2014, antes pues de las manifestaciones en contra de Israel por el conflicto en Gaza de julio y agosto, un 75% de los judíos franceses pensaba en emigrar, según una encuesta de la organización Siona.
La sensación de inseguridad para los judíos franceses es asfixiante. Así se expresó David Tibi, presidente del mítico Consistoire, el pasado mes de julio:Hay una atmósfera de antisemitismo en las calles. Mi hija fue atacada en el tranvía, y también mi hijo. Los agresores hicieron comentarios antisemitas y los empujaron. Ya no tenemos un lugar en Francia.
Ya sean los cruzados, la Inquisición, los colaboracionistas, los neonazis o los islamistas, el odio contra los judíos es una constante en Francia; y cuando no se combate, siempre acaba en sangre. Si las cosas no cambian, sin duda muchos harán caso a Netanyahu y a Bennett y emigrarán a Israel.
Fuente: Unidos con Israel
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